Música del siglo XX disgusta por falta de patrones que el cerebro pueda seguir

Hace unos dos días, creo, respondí a la crítica de Jaime García Elías sobre la presentación de A csodálatos mandarin (El maravilloso mandarín) en el Degollado. Lo cito a continuación:

[...] la partitura es discontinua, pletórica de disonancias, carente de una línea melódica memorable [...]

El comentario me dio la impresión que se desconocía las características de la música del siglo XX. Siendo honestos, y de acuerdo con otros críticos de internet, se suele quedar con un repertorio romántico, anterior al siglo XX porque la gente encuentra muy difícil de encontrar la belleza en la música del siglo pasado.


Lo cual me hizo recordar que hace unos días The Telegraph sacó una nota relacionada en como la música es interpretada por nuestros cerebros y explica en parte por qué la música del siglo XX no es del agrado de muchos: es simplemente porque el cerebro humano está acostumbrado a buscar patrones que la música contemporánea no suele dar tan fácilmente tales como la armonía tonal, de ahí su nombre de música atonal. No es que no existan patrones en la música atonal, simplemente no son aquellos a los que nuestro cerebro está acostumbrado a localizar.

El artículo prosigue diciendo que nuestro cerebro depende de los patrones para poder predecir el futuro ya que el poder anticipar futuros eventos es parte de nuestra función de sobrevivencia. Como no podemos encontrar fácilmente el patrón, eso nos deja con un sentimiento de confusión y frustración.

Ven, es por eso que la ciencia también es importante en las artes.

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