Finalmente una reseña para Motecuhzoma II (Además de sinopsis y fotos de la producción)


Finalmente hay una reseña con mayores detalles sobre la ópera Motecuhzoma II gracias a El Informador. La fecha de la temporada y su gira internacional sigue pendiente, no obstante, se tiene disponible una sinopsis de la ópera al igual que algunas fotografias de la producción para aumentar nuestra curiosidad por esta novel idea. Las fotografias muestran un escenario minimalista y lo que parece ser algunas secuencias de baile.


Sinopsis


La conquista del señorío mexica fue la gesta épica que da origen al pueblo mexicano y a sus fracturas de identidad. Imposible para la historia, forjada a través de la evanescencia de sus protagonistas, cincelar sus epitafios definitivos. De tal suerte, el pueblo elegido del Sol no recupera la armonía con su entorno natural, pues el vasallaje español quebranta su asiento en el valle de Anáhuac. Tanto Motecuhzoma Xocoyotzin como Hernán Cortés resultan víctimas de sus creencias y, de la imposibilidad de su verdadero encuentro, brotan las simientes de una nueva raza, en pugna perenne consigo misma. La pulsión de esos dos mundos habita la sangre de los mestizos del México actual como una herencia que pulula tras las llamas de un Fuego Nuevo que no acaba de extinguirse. En los canales de la urbe indígena perecen los antiguos dioses, y cual venganza de sus destronados Tlaloque (ayudantes del dios de la lluvia), Mexihco-Tenochtitlán se convierte en una metrópolis que agoniza añorando sus otrora generosos lagos.




Acto Primero

La acción transcurre en el tlillan sala de recogimiento del palacio –tecpan de Motecuhzoma, en los últimos días de octubre de 1519.

Han llegado hasta Tenochtitlan noticias sobre la aparición en las aguas celestes del mar de unos forasteros con piel de hierro que montan venados monstruosos y son señores del trueno. El tlahtoani, asiduo consultor de nigromantes, teme que los presagios resulten ciertos y que los recién llegados sean representantes de Quetzalcóatl. Todo, tanto los fenómenos celestes acaecidos, como la quema espontánea de templos, parece indicarle que son verdaderos dioses y que él es un usurpador del trono con el tiempo contado.


Su madre, temerosa de que los extranjeros vengan con ánimos de conquista, trata de convencerlo para que despliegue las fuerzas militares para arrasarlos, mientras que su sobrino Cacama le expone las razones para recibirlos. Ante semejante dilema el rey pierde la confianza en sí mismo y elucubra ardides para impedir que los hombres barbados se acerquen al corazón del imperio. El equilibrio político de su gobierno se tambalea, pues la tiranía instaurada para mantener a su pueblo como elegido del Sol ha generado resentimientos que, en breve, decidirán el destino del señorío mexica.

Acto Segundo

La escena trascurre en el campamento de los españoles donde pernocta Cortés. Hay un improvisado bufete con su silla de caderas, un confesionario y los petates que funcionan como camastros. Son las vísperas de la entrada a Tenochtitlán…

La marcha de las huestes invasoras hacia Tenochtitlán es inexorable y está a punto de concluir, sumándose que los regalos ofrecidos por Motecuhzoma han incrementado la avidez de los aventureros. La astucia mostrada por Cortés para leer los signos de sus tiempos le facilita alianzas con los pueblos sometidos al dominio mexica. Los caciques indígenas, con tal de sacudirse el yugo, proporcionan los medios para la consumación de la conquista, sin imaginar que serán esclavizados por el colonialismo que ellos ayudan a parir.


La intérprete Marina se ha vuelto imprescindible, y con ella Hernán teje una relación basada en la inevitabilidad del cuerpo; de esa relación se percibe el fruto, en el vientre de la indígena. El lugarteniente Alvarado desea ver muerto a Cortés y no duda en encomendarse al apóstol Santiago para que se lo quite de en medio. Al cabo de muchas tribulaciones los intrusos hacen su aparición en la pregonada ciudad indígena. El encuentro con Motecuhzoma II es cordial aunque está preñado de desconfianzas.

Acto Tercero

La acción trascurre alternativamente entre el palacio de Axayácatl y la plaza central. El salón del palacio es amplio y tiene acceso a la plaza. A su costado derecho está el Templo Mayor. Es un día de mayo de 1520.

Han transcurrido varios meses, en donde los forasteros han podido apreciar las maravillas de la urbe indígena. Ya están listos para despojar al rey de su trono. Se hospedan en el palacio de Axayácatl -donde está oculto el tesoro del padre de Motecuhzoma- y son atendidos con las deferencias reservadas para los embajadores de grandes señores. En cuanto Cortés se percata de la viabilidad de su empresa captura al tlahtoani. Le sirvió de excusa la celada tendida por un cacique indígena en la que perdieron la vida varios castellanos. La codicia suscitada por la riqueza incrementa las tensiones entre los españoles, que no se dan abasto para adueñarse de ella. Súbitamente, llega la noticia del desembarco de Pánfilo de Narváez, quien trae la encomienda de apresar a Cortés por órdenes del gobernador de Cuba. Hernán corre a la costa para hacerle frente, dejando al mando a su lugarteniente; circunstancia que Alvarado aprovecha para perpetrar, durante la fiesta de Tóxcatl, la matanza de nobles y guerreros en el Templo Mayor.

Desatada la guerra, los españoles son sitiados. La resistencia indígena es comandada por Cuitlahuatzin, hermano del rey cautivo. A su regreso, Cortés se topa con la revuelta y obliga al monarca a arengar a su pueblo para restablecer la calma. Motecuhzoma no tiene más remedio que acceder y es ahí cuando recibe una pedrada que les servirá a los españoles como subterfugio para exculparse de su muerte, ya que previamente Alvarado lo había apuñalado. La lenta agonía del monarca pasa inobservada a los ojos de los españoles pues están ocupados en apoderarse de las restantes piezas de oro antes de emprender la huida.

Con antelación a la derrota hispana, conocida como la noche triste que es, asimismo, la noche victoriosa de los mexicas, se bosqueja ya el futuro del choque de culturas: Cacama recibe tormento para que revele la existencia de más tesoros, al tiempo que se elevan los sollozos de Xochicuéitl por la suerte de su hijo. Alvarado se encarga de la salvación del botín y de si mismo. Derrotado, Cortés observa con amarga impotencia los estragos de lo que debía haber sido su misión “civilizadora”. El padre Olmedo abandona la escena olvidándose de sus deberes de buen cristiano frente a la devastación que ha causado la avidez hispana. El único que se solidariza con la tragedia indígena es el artista, encarnado por Ortiz, el músico. Motecuhzoma muere plácidamente confiado en que habrá de dirigirse al tlalócan.


El Coro Final o coro de las certezas vuelve cíclico el devenir. De su primera audición al inicio del primer acto como coro de los presagios se convierte en el coro que, en su certitud, sirve de oda fúnebre para el monarca con cuya muerte inicia la caída del imperio mexica.



Fotografías © Ernesto Lehn

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