Defendiendo a Bartók en la OFJ - Que no te guste una pieza no te da derecho de ser un esnob

El plato fuerte -según las notas de prensa previas- fue la suite de concierto El mandarín milagroso, de Bartók. Muy aplaudida por algunos delirantes, que consiguieron contagiar al público, la partitura es discontinua, pletórica de disonancias, carente de una línea melódica memorable. El grado de dificultad en la ejecución de la obra es inversamente proporcional a los resultados, en términos de estética. Alguien podrá considerarla “interesante”; difícilmente habrá quien la crea bella. Algún día se sabrá si el público que la aclamó es vanguardista, postmoderno… o, simplemente, esnob.
- Jaime García Elías

Aunque la última nota de García Elías, muestra algunos puntos que pensé que podría llegar a ocurrir en el programa número cinco de la OFJ, no puedo dejar de estar molesto con el comentario final de García Elías en El Informador. Creo que García Elías pierde de vista el punto principal de la obra. ¿quién dijo que A csodálatos mandarin debía de ser bella en el mismo sentido que la música romanticista del siglo XIX? Estamos en la época de posterior a la primera guerra mundial y el ser humano está pasando por la transformación del campo a la ciudad. La ciudad es cruel, faltante de espiritualidad y bondad y la pieza refleja exactamente eso.



No tengo en la mano el programa de la OFJ, ni tengo el tiempo para escribir toda la sinopsis de lo que trata la suite de A csodálatos mandarin., así que discúlpenme por citar la versión en español de Wikipedia:

Luego de una introducción orquestal que representa el caos de la gran ciudad, la acción se inicia en un cuarto que pertenece a tres vagabundos. Buscan dinero en sus bolsillos, pero no lo encuentran. Entonces deciden forzar a una chica a que permanezca en una ventana para atraer al cuarto a los hombres que pasen. Ella inicia un juego de seducción con una danza descarada, con la que primero atrae a un libertino, viejo y pobremente vestido, quien hace gestos románticos y cómicos. Cuando ella le pregunta si tiene dinero, él contesta "¿Quién necesita dinero? Lo que importa es el amor". Él persigue a la chica, con creciente insistencia, hasta que los vagabundos lo cogen y lo echan.
La chica regresa a la ventana e inicia un segundo juego de seducción. Esta vez atrae a un tímido muchacho que tampoco tiene dinero. El hombre baila con la chica, y cuando el baile se torna apasionado, los vagabundos lo asaltan y también le echan.
La chica va nuevamente a la ventana e inicia su baile. Es cuando los vagabundos y la chica ven una figura bizarra en la calle, que pronto asciende por las escaleras. Los vagabundos se esconden y la figura, un mandarín, permanece inmóvil en la entrada del cuarto. Los vagabundos le ordenan a la chica que lo atraiga. Cuando ella baila, el mandarín se excita y salta sobre ella. Se inicia un forcejeo, la chica logra escapar de su abrazo, y él la persigue. Los vagabundos saltan sobre él, le quitan sus cosas de valor e intentan ahogarlo con almohadas y sábanas. Sin embargo, él sigue con la vista fija en ella. Le apuñalan tres veces con una espada oxidada; el mandarín tambalea, pero salta nuevamente sobre la chica. Los vagabundos lo atrapan nuevamente y lo cuelgan de la lámpara, que se rompe dejando el cuarto a oscuras. El cuerpo del mandarín empieza a brillar con una misteriosa luz azul. Los vagabundos y la chica se horrorizan.
A la chica se le ocurre cómo deshacerse de él. Le ordena a los vagabundos que lo suelten. Cuando el mandarín salta sobre la chica, ella no opone resistencia, abrazándole. Cuando el deseo del mandarín se cumple, las heridas empiezan a sangrar y muere.

La pieza fue originalmente compuesta para un ballet como se puede ver en este fragmento de una puesta en escena por la Szeged Contemporary Dance Company del momento en que los vagabundos apuñalan al mandarín.






En cuanto al comentario de García Elías, claro que no es bonita y por supuesto que es disonante, ¡si ese es el punto! La vida de esa época es vista por los contemporáneos de ella como algo brutal. Recomiendo que se vea la siguiente serie de videos de la Chicago Symphony Orchestra en la que se explica la pieza de Bartók y le da una mayor profundidad y entendimiento a aquellos que se aproximan a la pieza.




No hay duda de que no hay amor entre yo y la OFJ. Siendo honestos su trato hacía mi no ha sido cortés (me refiero a mi como persona que ha buscado acercarse a ellos y su música), pero debo de admitir que el riesgo que tomó la OFJ en presentar está pieza, una pieza que sin duda alguna forzó al máximo sus capacidades merece ser considerada y aplaudida sea como sea que les haya salido la interpretación. Claro está que también deben de continuar así, demandándose más y buscando una mayor excelencia en las piezas que interpretan, sean conocidas del repertorio o desconocidas por el público en general.

Los modelos del siglo XIX están abriendo paso a los del siglo XX. Tal como los artistas del siglo XIX criticaron los modelos anteriores, le toca a la nueva corriente hacer lo mismo. Al releer el comentario final de García Elías no sé si se está refiriendo al público en el Degollado o al público del pasado que aplaudió esta pieza. Los gustos a final de cuentas son subjetivos, pero su comentario final es lo que lo tristemente hace que el público tenga la idea que la música (clásica/culta como sea que quieran llamarla) y los críticos sean vistos como los verdaderos esnobs. Es un desdén hacía el público, sea cual sea su espacio temporal, y hacía todo lo nuevo, ya que de acuerdo al comentario de Elías García, lo posmoderno y lo vanguardista es eso: esnobismo. El verdadero esnobismo, creo yo, es no darle la oportunidad a piezas artísticas simplemente porque no conforman parte del canon cultural de cada uno. Esnobismo es despreciar a otros e intentar poner tu canon como el único cultural.



Fotografía de Béla Bartók (autor anónimo), circa 1927 y en el dominio público

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